La ropa que tengo hace más de ocho años

Reflexiones desde el placard:

consumo, poder adquisitivo y nostalgia de lanas mejores.

 

Empezó a hacer frío y me embarqué en una tarea que tiene inicio pero no fin: ordenar el placard.

En realidad, es el cambio de temporada del ropero. Suena un poco pretencioso, pero la verdad es que lo hago así: guardo en valijas los vestidos, musculosas, pantalones cortos, etc., y activo camperas, pulóveres, pantalones de corderoy. Ya vengo un poco harta de ver las mismas cosas hace años.

Esta vez, cuando bajé las lanas, me propuse armar un esquema más simple: dejar a mano los pulóveres que quiero usar. Es decir, hacer circular los que ya no quiero ver, aunque estén bien, o me den ternura, o me guste el color… Bueno, últimamente los “buenos” son los menos. La calidad de la lana fue disminuyendo conforme al devenir de la economía en los últimos diez años. Y se nota en las prendas nuevas: las marcas, las texturas… mucha pelotita, talles estirados, cosas negras que tornaron en gris ratón y otras desventuras de telas más chotas.

Cada vez que agarro una prenda buena (llamo buena a la ropa que todavía conserva su forma original), la tela sigue siendo la que era al principio, el color también, y ese plus que tiene por la marca, el diseño o la confección… ¿viste cuando algo se ve bueno? O mejor dicho: ¿caro?

El otro fin de semana nos visitó un primo que viaja mucho, labura un par de meses en otros países, y claro, se nota en los objetos —aunque sean pocos o cotidianos— que o no se consiguen acá o salen carísimos. Cuestión que vino empilchadísimo, o así me pareció para un domingo a la mañana, y le dije eso: “¡Che, qué buen look, se te ve caro!”

Hubo una época en que me compraba mucha ropa. No me representaba un problema económico ni financiero, eh, estaba dentro de mi presupuesto, pero le daba importancia. Iba a outlets, aprovechaba descuentos, me recorría las liquidaciones, pero me compraba mucha ropa. Ropa que al día de hoy sigo teniendo y que, tranquilamente, puede estar cumpliendo unos diez años. Pero claro, el paso del tiempo empieza a deslucir y también se nota en los estilos. Puede haber prendas clásicas, peeeero nunca estoy a la moda.

Todo este relato para llegar a este punto: el paso del tiempo y EL PODER ADQUISITIVO. Sin dudas, si hago la cuenta de lo que ganaba en ese momento de consumo más desenfrenado en comparación con hoy, no podría afrontarlo; debo haber estado muy bien y no me daba cuenta. Hoy, sin dudas, no podría replicar ni el ritmo ni la cantidad de consumo que tenía en ese entonces. Y hoy, además, tengo ganas de volar todo lo que tengo, y quedarme con menos cosas, pero de mejor calidad. Así y todo, tendría que planificar un viaje para poder comprar las prendas de ese supuesto placard minimalista que fantaseo. Qué locura. Se puede ver como una película: el movimiento de variables económicas en un placard. Poder adquisitivo, inflación, devaluación, consumo, precios, calidad de vida.

Según la calculadora de inflación histórica de Argentina, que se basa en los datos publicados por el índice de precios al consumidor (IPC) del INDEC, la inflación acumulada del 2015 hasta hoy fue del 14.036,57% , una locura.

En ese año mi sueldo era de menos de 10.000 pesos, vamos a usar ese número de referencia. Si lo actualizo por inflación, hoy debería ganar $1.413.000. Sería un sueldo promedio actual, sin dudas. La canasta básica total (CBT), también elaborada por el INDEC, dice que una persona necesita $343.000 por mes para vivir en marzo 2025 (ojo que no contempla vivienda), y que el 10% de ese monto está destinado para vestimenta y calzado, es decir, $34.300 para vestirse y calzarse. Con mucha suerte, caminando mucho y comparando precios, vamos a suponer que conseguimos una prenda a ese valor. Lejísimos de algo para caminar, ni hablar de una campera, o un pulóver.

¿Pero qué pasó? No sólo que los números no dan, porque haciendo este simple cálculo comprobamos que es cuasi imposible sobrevivir con ese dinero que propone la CBT: si a los $343.000 mensuales lo dividimos por 30 días, nos da que tenemos que: comer, beber, vestirnos, salir a comer, estudiar, recrearnos, movernos en transporte, acceder a salud, pagar los servicios, tomar algo y comprar algo para equipar la casa (les juro que esos son los conceptos que se incluyen); por $11.433,33 por día. El simple y privilegiado hecho de comer cuatro comidas al día, no entran en menos de 12 mil pesos.

En abril de 2015, la CBT era de  $928,52 para un adulto, y en agosto de ese año, el salario mínimo vital y móvil (SMVM) aumentó a $5.588, lo que equivalía a $601,5 dólares. En marzo de 2025, el SMVM fue de $296.832 mensuales, en usd a un tipo de cambio oficial a $1053, de 281,89 usd.

En resumen, en 2015 la CBT (canasta básica total) estaba por debajo del SMVM (el salario mínimo vital y móvil) y en la actualidad, con el SMVM no te alcanza para la canasta básica. Ni hablar de si tenés que alquilar. Bueno, va quedando un panorama más claro de por qué la misión “vestirse” se viene complicando ¿no?

En el  informe Los precios de la ropa en la Argentina (FUNDAR, 2024), se afirma que: “en la Argentina la ropa es cara. Esta tendencia se gestó en las últimas dos décadas, en las que el país fue a contramano del mundo. Mientras que acá la inflación de la ropa superó a la inflación promedio, en el mundo ocurrió lo contrario.” Para empezar a analizar el precio de la ropa, es útil saber estos conceptos: valor absoluto (es decir, en términos nominales cuánto sale algo, ejemplo, 100 pesos), y valor relativo (cuánto vale en referencia a otras cosas, siguiendo el ejemplo, una prenda vale 100 pesos, es decir, el 10% de un sueldo promedio de $1.000.000). Estamos generalizando, decir “ropa” es muy amplio, pero a los fines de poder analizar el fenómeno me permito esta licencia. Vamos a leer algunos datos más específicos e interesantes que desglosan este gran conjunto de prendas de este informe:

La Argentina es relativamente menos cara y más competitiva en prendas de tejidos de punto, (como la ropa informal, la deportiva y la interior) y en ropa de niños/as y bebés. Y más cara en productos de tejidos planos (como el denim y la gabardina, que suelen usarse en jeans, pantalones, sastrería y camisería) y en ropa de adultos. Los precios de la ropa son particularmente más altos en las prendas de marca y alta gama, y no tan caros en la ropa indiferenciada y de gama baja. La otra cara de la moneda de este fenómeno es que la dispersión de precios de la ropa en la Argentina (es decir la distancia entre las prendas más baratas y las más costosas) es, junto con Uruguay, la más alta de la región.
— "Los precios de la ropa en la Argentina" - FUNDAR, 2024
 

Entonces, volviendo a los precios relativos, si comparamos los precios de EEUU el rubro más caro de la economía argentina, es la ropa.  “Es decir que, en Argentina una prenda de vestir “compra” muchos más bienes y servicios que en Estados Unidos. Esto mismo se sostiene si comparamos con otros países desarrollados o mismo de América Latina.”

¿Podemos decir que los precios de la ropa en el mundo fueron aumentando en general y podría ser esa la causa? Este gráfico que compara la inflación en la indumentaria en los últimos 20 años, (en azul los valores de Argentina y en naranja la media de 46 países del mundo) nos responde que no,nuestros precios quedaron muy por encima.

Entonces, cuando saco un pulóver de hace ocho o diez años, estoy viendo un conjunto. Un conjunto de decisiones personales, de momentos de bonanza y ajuste, hábitos de consumo, el ritmo de una economía desafiante —y me quedo corta con ese adjetivo.

Sin dudas, el placard no miente: habla de lo que fuimos capaces de comprar, de conservar, de descartar, y de lo que ya no podemos reponer. Describe un poder adquisitivo que se esfumó, un consumo que ya no se sostiene, y una calidad que también fue decayendo, como reflejo de un contexto cada vez más precario.

Y ahí está la paradoja (¿o será la procesión hacia los 40?): quiero tener menos, pero mejor. Pero ese “mejor” me queda cada vez más lejos, no solo por el precio en pesos, sino por lo que implica conseguirlo. Cada vez que consumimos, estamos diciendo también por lo que no: por aquellas cosas que con esa plata estamos dejando de comprar. Si bien hoy tengo otras prioridades y otros tiempos, no podría ni acercarme a mi yo del pasado y empilcharme a la par.

 

FUENTES:

- https://fund.ar/publicacion/los-precios-de-la-ropa-en-la-argentina/

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